A su regreso de tierras canadienses nuestra querida amiga Jaqueline decidió emprender una nueva aventura en las paradisiacas playas del sureste mexicano, y esto es lo que nos escribió desde su estancia:
¡ Entonces decidí ir a un lugar donde siempre fuera verano, donde no tuviera otra ocupación que la de ser feliz, felizmente libre, libre de la contaminación, del estrés, del trafico, del metro, de las horas pico, de la ropa y de los zapatos, si, sobre todo de los zapatos!
Llegamos a la playa, Playa del Carmen, dolorosamente lo que solía ser mi paraíso se había convertido en un oasis de fiestas sin sentido y con ello botellas de vidrio por toda la playa, basura, sobrepoblación y claro, aumento de precios!..el vicio se comió al paraíso.
Disfrutamos lo que pudimos, o lo que aun quedaba.
Y buscamos un nuevo paraíso… de nuevo cambar lujos por paz!
Una hora de ruta en una camioneta llena para llegar a un pueblo, de ahí media hora o hasta donde llego el taxi…y luego caminar, con 10kg en cada espalda, casa de campaña.12 lts de agua, latas, cuchillos y algunas telas. Por sincronía y destino vimos un par de personas y frente a nuestros ojos se abrió una puerta de madera en medio de los árboles y con ello la puerta al paraíso!!
Estaba en la reserva Sian ka’an: “la puerta del cielo” y no hay imagen que ilustre mejor su nombre que esa puerta de madera abriéndose de la nada entre árboles, sin letrero, sin nombre, una comunidad de refugiados del sistema perdidos entre la naturaleza.
Instalamos nuestra casa de campaña, en la arena entre algunas palmeras, todo de este lado de la puerta es solo arena palmas, palmeras y muchos tonos de azules, también hay 2 baños con “regaderas” y una cocina comunitaria, unas cuantas tiendas de campaña y gente del todo el mundo, se habla en todos los idiomas y no se necesita ninguno porque todos se sonríen.
Todas las noches duermes con fondo de guitarra, acordeones y la melodía del mar a la luz de la luna y solo esperas despertar para ir a abrazar el mar.
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